En su
"Expresión de Principios" la Agrupación Espacio acusó tácitamente de
copiones a aquellos arquitectos que utilizaban estilos históricos en
sus proyectos. Ante esta expresión, Harth-Terré respondió diciendo que
los copiones, más bien eran ellos, los jóvenes modernizantes, pues
estando en 1947 copiaban lo que los alemanes y su escuela "Bauhaus"
habían hecho hacía mucho tiempo, en 1919.
Copiones
también entonces, pues estaban haciendo lo que él llamó
"arquitectura industriada", en serie, cúbica, que además contenía una
fuerte dosis de barroco que los jóvenes modernos no distinguían.
"Mirar la evolución de hoy con sólo unas décadas atrás, es padecer de
miopía histórica ... Funcional fue siempre la buena arquitectura, El
Templo Griego, la casa romana, la catedral gótica, el monasterio
románico ... hasta las catacumbas fueron en su trazo, utilizando
viejas canteras, funcionales ... también los recintos amurallados de
los incas ... y la vieja casa colonial de nuestros
antepa-sados" 3.
m
Harth-Terré fue duro con los jóvenes modernizantes, por lo que la
respuesta de estos no se hizo esperar. Calificaron de
"Harth-Terrorismo" a todo lo que Harth-Terré decía y hacía. No lo
dejaron ingresar a su grupo que en ese entonces ya se había afincado
en la facultad de Arquitectura de la U.N.I., Harth-Terré sólo pudo ser
profesor de "Historia de la Arquitectura Peruana" en la U.N.I.
en los últimos años de su vida. Uno de los más increíbles e
impresionantes retos de la arquitectura moderna: la Universalidad, la
forma bella, limpia y simple para todos,
se
confrontaba entonces en aquel período con uno de los más notables
críticos de arte e
intelectuales peruanos. El Moderno, el International
Style, llamado también estilo cubo, estilo almacén, cajón, estilo
desnudo,
etc., no ingresó fácilmente al Perú; tuvo la
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La
urna, en medio de libros y diplomas
confrontación franca y
honesta, el juicio crítico y agudo, de un arquitecto que por sobre
todo amó a su país y su cultura, dedicando su vida a ello.
Harth-Terré por voluntad expresa pidió que después de su muerte su
cadáver fuese incinerado y sus cenizas se dispersasen por donde
sea menos en la Catedral de Lima porque la estaban pintando de un
color amarillento que él precisamente sabía a qué correspondía. No
quiso, al momento de su muerte, ni santos,
ni ternos, ni beatos.
En una urna,
como
un objeto más, dentro de su oficina
en
su casa, se hallan hoy en día
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las cenizas del Arqto. Emilio Harth
Terré, en medio de una impresionante cantidad de libros, diplomas,
planos, pinturas y esculturas. Estamos seguros que si Harth-Terré
viviese, hubiera contestado inmediatamente a los juicios aquí
expresados, solicitando en una extensa carta dirigida al editor de
"Plaza Mayor" la publicación de la misma y del articulo que
acompaña su misiva. Entonces, nuevamente ¡comienza la polémica
profesor Harth-Terré! ¡adelante! Usted es académico. "No soy
moderno". Bueno, la historia lo demostrará. Adiós arquitecto. |
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